Zapata es un ejemplo paradigmático de las transformaciones que una imagen puede tener como parte de un proceso de intercambio bicultural. La sección muestra cómo el líder campesino pasó de ser una representación exótica y racista en el cine de Hollywood a un estandarte de las comunidades mexicoamericanas politizadas, especialmente a partir del Movimiento Chicano a favor de los derechos civiles que floreció en Estados Unidos a fines de los años sesenta.
Movimientos como el de los granjeros en California, la lucha por tierras en Nuevo México, la cruzada estudiantil en Denver o el Partido de la Raza Unida en Texas conformaron estrategias de identidad política y cultural para las cuales Zapata jugó un papel central como símbolo que permitió trazar conexiones históricas, sociales, étnicas y políticas con México. Se forjó así un tipo de nacionalismo chicano que reimaginó culturalmente la antigua Aztlán, un territorio del suroeste estadounidense recuperado de los angloamericanos.
A través de un arte comunitario, inspirado en el muralismo y la proliferación de talleres gráficos, el arte chicano fue un aliado primordial en la diseminación de mensajes políticos y sociales y la creación de nuevas iconografías.
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